Con Galicia a punto de entrar a formar parte de las llamadas “zonas azules” del mundo, es decir, las zonas donde los habitantes son más longevos, hace unas semanas descubrimos cuáles eran algunos de los hábitos de vida que habían llevado a estos centenarios gallegos a vivir tantos años. La dieta, el estilo de vida y estar conectados socialmente habían sido factores determinantes para lograr que estas personas vivan más y con una gran calidad de vida.
Dan Buettner es el investigador de la American National Geographic Society que acuñó el concepto de “zonas azules” y, para ello, se basó en varios estudios realizados a personas que residían en estos lugares considerados como los más longevos del mundo. En los múltiples libros publicados en los que habla sobre este “fenómeno”, el autor plasma todo lo vivido y aprendido a lo largo de sus viajes durante los últimos 20 años investigando cuáles son las costumbres y forma de vida de los habitantes centenarios de estas “zonas del mundo”. Y, ¿qué ha descubierto?
El hábito de la isla griega de Icaria, 'typical spanish'
Como decíamos, una buena alimentación, unos buenos hábitos de vida o las relaciones sociales han sido factores primordiales que han intervenido en la longevidad de estas personas. La isla japonesa de Okinawa, Cerdeña en Italia, Nicoya en Costa Rica o Icaria en Grecia son las zonas que hasta ahora forman el ranking de lugares en los que se concentra una mayor cantidad de personas con alrededor de 100 años.
Concretamente, de esta última, Icaria, hemos sabido cuáles eran los ingredientes imprescindibles en la alimentación diaria de sus habitantes, según una experta en gastronomía con raíces familiares en esta isla griega, que en un artículo de la BBC, detalló que eran: el queso feta, hierbas aromáticas, frutos secos, yogur griego o aceite de oliva, entre otros.
Pero, además, Buettener también descubrió que uno de los hábitos más comunes que practicaba la gente de Icaria era la siesta, sin duda, una costumbre muy española que parece ser también clave para la longevidad.
Según el investigador, en sus libros dedicados a “The Blue Zones”, habla de la importancia de echarse una siesta regularmente para reducir el riesgo de enfermedades cardíacas, hasta en un 35%. Un hábito un tanto controvertido ya que, para nuestros vecinos europeos siempre se ha visto como una forma de vida de los españoles que no comparten la mayoría de ellos.
Lo cierto es que la siesta ha sido objeto de estudio por muchos investigadores, e incluso, como decimos, se ha llegado a vincular científicamente con la longevidad. Pero lo cierto es que sus beneficios son compartidos por los expertos de la Fundación Española del Corazón en este artículo, donde explican todas las bondades que este hábito puede proporcionar a la salud, así como también lo hacen muchos estudios.
Pero, también debemos tener en cuenta que, así como el hábito de echarse la siesta es bueno, cómo, cuánto y dónde hacerla para conseguir sus efectos positivos también es fundamental, y, para ello, la Fundación Española del Corazón explica cómo debe ser la siesta perfecta:
- ¿Dónde?: "es básico encontrar un lugar cómodo, con una temperatura agradable, un ambiente tranquilo, con escaso ruido y poca luz. Es mejor dormir la siesta en un sillón que en la cama, especialmente cuando se padecen reflujo gástrico u otros problemas digestivos, cuyos síntomas aumentan en posición horizontal".
- ¿Cuándo?: “lo más adecuado es descansar después de comer, entre las 13 y las 17 horas. Diversos estudios demuestran que el periodo de mayor somnolencia está en esa franja horaria. Además, los ritmos circadianos sufren una caída precisamente entre las tres y las cinco de la tarde”.
- ¿Cuánto?: "en condiciones normales no debe durar más de 30 minutos. Si se necesita dormir mucho más y su sueño nocturno es normal, eso podría revelar la existencia de algún trastorno del sueño, estado depresivo u otra enfermedad que convendría consultar con el facultativo".
Y, cuidado con pasarnos del tiempo estipulado como el recomendable para dormir la siesta porque también hay estudios que relacionan esto con un 23% más de riesgo de padecer obesidad.
Fotos |Marcus Aurelius Ron Lach Miriam Alonso de Pexels
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